25 de diciembre de 2007

Asesinado al amor

Hace unos días, al abrir las páginas de una revista, vi un anuncio que llamó mi atencion. Un cupido con las alas marchitas y una flecha clavada en la espalda.

Realmente no recuerdo qué producto anunciaba. Pero para mí, no era un anuncio, era una incisiva denuncia: ¡Estamos asesinando al Amor!

Cada año que pasa, nos queremos menos. Nos queremos menos a nosotros mismos y cada día algo dejamos de querer a los demás. Necesitamos reconocerlo.

No hay salidas: El aprecio por la dignidad humana cada día parece ser menor y la falta de consideración hacia lo que nos rodea, se nota más y más, a pesar de muchos buenos deseos y muchos buenos propósitos.

La realidad no es pesimista (y mira que mucha gente me tacha de realista empedernido y por momentos muy pesimista). Los pesimistas somos nosotros que acentuamos de esa realidad que vivimos sólo los ángulos egoístas, maliciosos y ambiciosos.

Nos están contagiando los virus mentales más terribles de la humanidad: La depresión, el desinterés, la fatiga, la inseguridad (algunos lo llaman estres).

¿Verdad que en algunas ocasiones nos sonaron forzadas las frases de "Feliz Navidad" y "Feliz Año Nuevo"? (en estos días eso ocurre con frecuencia), o porque quien las decía no las creyó o porque nosotros no queríamos creerlas. Es que a veces, perdemos la perspectiva de nuestra existencia al escuchar los rumores fatales, los susurros angustiosos, las murmuraciones insidiosas.

Antes, quizá oíamos las mismas quejas, pero las combatía nuestra fortaleza, nuestro optimismo, nuestra seguridad. Nuestra perspectiva no se modificaba por desequilibrios normales de la historia o de la triste condición humana. Pero ahora...

¡Ahora es tiempo de recuperar lo que somos por dentro, ese algo único que se ve desgastado por el cerco de aullidos externos, de crujientes pronósticos y de fatalismos que exhiben sin descanso la radio, la prensa, el cine (sobre todo el mexicano, por eso no me gusta)o la televisión

Ahora es tiempo de decir: ¡Basta! Pero desde el fondo de nuestro corazón, de ese mismo corazón que tantas veces han traicionado y que no pierde su noble capacidad de creer.

Tal vez lo diga por el momento emocional que esoy pasando, por la depresión de no ser correspondido o por las 12 cervezas que llevo, pero en conclusion de esto les digo....

No asesinemos el amor
¡Lo necesitamos más que nunca!

22 de diciembre de 2007

Una de Castores

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Una historia de Castores
asi son los niños!!!

20 de diciembre de 2007

¡Santa Claus no lo sabía!

Por Héctor Ugalde

No debímos haberlo hecho. Luis, de ocho años, se restregaba inquieto las manos mientras esperaba la respuesta de su amigo. Ricardo, dos meses menor, pero diez centímetros mayor, dejo de jugar con el mecano y volteó a ver a su mejor amigo. Contestó:- ¿Por qué no?- Santa Claus nos va a acusar y todos se van a enojar mucho.- No te preocupes, no lo sabe.- ¿Cómo no va a saberlo? Si Santa Claus lo sabe todo.- No te preocupes. No sabe que lo hicimos.- ¿Cómo sabes que Santa Claus no lo sabe? Ricardo desesperado por la insistencia de Luis, replicó:- ¡Porque yo sé más que Santa Claus! La respuesta de Ricardo no convenció mucho a Luis, pero ya no siguió insistiendo.

Caminando de regreso a su casa, Ricardo no comprendía la preocupación de su amigo. A Ricardo no le importaba que Santa Claus este año tampoco le volviera a traer nada, ¡la idea de hacer estallar con un cohete el buzón del Director de la escuela había sido fantástica! ¡Cómo había volado el Buzón! ¡Cómo había sonado la explosión! ¡Cómo... En ese momento apareció una ardilla en la banqueta y Ricardo, corriendo tras de ella, se olvidó del asunto. María estaba preocupada. Se acercaba la Navidad y los niños se ponían más nerviosos, cometían más errores y prestaban menos atención a las clases. Pero lo más importante de todo: se ponían tristes, en vez de alegrarse con la llegada de la Navidad.

Desde que había llegado como maestra hace cuatro años, y le habían explicado la costumbre que tenían de que alguien se disfrazara de Santa Claus, para leer ante todos la lista de fechorías que los niños del pueblo hacían, para castigar a los niños malos y convertirlos en niños buenos; la idea del Santa Claus regañón no le gustaba. María suspiró. Lo que para ellos eran fechorías, para María eran simple travesuras. Para ella no había niños malos ni niños buenos, sólo niños tranquilos, y niños inquietos que no podían contener el bullicio de la vida que tenían dentro. Allí estaba el caso de Ricardo y Mauricio: los niños rebeldes y traviesos del pueblo, o el de Luis muchacho tímido y sensible que lloraba cuando se hablaba de Santa Claus. María no creía que eso fuera bueno para los niños, pero todas sus tentativas de acabar con esa "nueva" tradición habían sido infructuosos. Ricardo comenzó a inquietarse por su amigo Luis, lo veía cada vez más triste y callado.- ¿Qué te pasa?- Nada.- ¿Cómo que nada? ¿Qué pasa?- ¡Te dije que nada!- Somos amigos, así que me tienes que decir qué te pasa.- Nada, el próximo Lunes es Navidad.- ¿Y?- ¡Y Santa Claus les va a decir a todos que soy un niño muy malo, y mis papás ya no me van a querer!- No. Te aseguro que Santa Claus no lo sabe, y te lo voy a demostrar. ¡Te lo prometo! Ricardo no sabía cómo, pero tenía que encontrar pruebas de que Santa Claus no sabía que ellos habían sido los del "Buzón cohete".

¡No podía tener ojos en todos lados! ¡No podía saberlo todo! Si así fuera, hace dos años Santa Claus lo habría regañado por lo de la miel derramada en el interior de los pantalones de deportes. Creyeron que había sido Abelardo, ese niño raro que expulsaron y se fue a una escuela en la ciudad. Y no le hubiera dado regalos, bueno, el pequeño regalo que le dio. ¡Ni eso le hubiera dado! Pero Ricardo pensaba y pensaba, y no se le ocurría cómo cumplir su promesa. Hasta que llegó el 24 de Diciembre, y decidió resolver el asunto de una manera directa: ¡enfrentaría a Santa Claus cara a cara! Ricardo se situó en un lugar estratégico, una calle por la que a fuerza tenía que pasar Santa Claus, cuando se dirigiera al Kiosco donde cada Domingo tocaba la banda del pueblo, pero cada 24 de Diciembre el show lo daba el gordo Santa Claus.

Cuando la figura de Santa Claus apareció caminando por la estrecha calle, Ricardo corrió y se interpuso en su camino. Santa Claus trastabilló y se paró en seco.- ¿Qué quieres, mocoso?- Preguntarte algo.- ¿Qué cosa?- Quiero preguntarte si sabes quién puso cohetes en el buzón del director. Santa Claus se quedó un rato extrañado por la pregunta. Después dirigió una mirada furiosa a Ricardo.- ¡Así que fuiste tú, chamaco endiablado! ¡Me lo suponía, pero no estaba seguro! Podría haber sido Mauricio, ese otro monstruo enano que me saca canas verdes.- ¡No lo sabía! Santa Claus ahora sabía que él había sido, pero no importaba, de todos modos por lo de la bicicleta sin frenos no iba a tocarle regalos. ¡Lo importante era que Santa Claus no sabía que Luis le había ayudado! El niño se sonrió y se fue corriendo, dejando al Santa Claus haciendo un berrinche navideño. Ricardo entró corriendo a la casa de Luis. ¡Tenía que darle la noticia! Subió las escaleras de dos en dos y entró apresuradamente en la recámara de su amigo. El cuerpo de Luis colgaba del techo, balanceándose sin vida. Una opresión se formó en su pecho y sintió que se ahogaba. Corrió escaleras abajo, tropezó con el papá de Luis y salió a la calle a tomar aire. Lo único que rondaba en su cabeza era ¿Por qué? ¿Por qué? Seguía sintiendo un nudo en el estomágo y para soltarlo, para liberarlo, comenzó a gritar a media calle:- ¡No lo sabía!- ¡No lo sabía!- ¡Santa Claus no lo sabía!.

I'm Back

Tras abandonar este Espacio casi un año he Regresado!!!!!

16 de diciembre de 2007

Around the World

Aqui le dejo un video que no puede faltar


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Around the world
Daft Punk

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La hora en el mundo